jueves, 13 de agosto de 2009

Soñar contigo






Esa noche se había arreglado mucho. Más de lo que acostumbraba. Se había puesto el vestido morado que tanto le había gustado a su ex - y a cualquier otro hombre, con ese escote! - y los tacones negros. Había decidido que necesitaba tomar el aire y una copa de vino. Se sentía extrañamente atractiva.

Llegó a un pequeño restaurante, la terraza del cual casi alcanzaba la arena de la playa. En los altavoces sonaba una y otra vez Soñar contigo, de Zenet. Pidió una copa de vino. Se alegró al ver que se la servían en una copa alta, de esas que vibran y gimen cuando se les acaricia la boca con el dedo húmedo... Pasó largo tiempo observándola. El cristal era increiblemente transparente y dejaba ver el reflejo de la luna en el mar incluso a través del vino. Y el vino... era odiosamente rojo, odiosamente perfecto y casi se igualaba en intensidad al color de su pintalabios. Decidió probarlo. Le encantaba ver como el pintalabios marcaba su boca en el filo de la copa. Y al levantar la vista se percató de que había, en la barra, un joven, a su parecer, demasiado perfecto para estar allí solo. ¿A quién estará esperando, maldita sea?

Tras tres o cuatro tragos se sentía vencida, no tanto por el alcohol como por el recuerdo de los acontecimientos más recientes. Se sentía despojada de todo por cuanto había dado, desde hacía más de tres años, la mejor ración de su pan, de su tiempo y de su cuerpo. Para nada. Para obtener, únicamente, aquella immensa soledad que se prendía del bajo de su vestido y que pretendía morderle los tacones. Apretaba los dientes. Quién me mandaría a mí, bajar de mis tacones y besarle los pies a ese malnacido!

Absorta en estos pensamientos no se dió cuenta de que le habían retirado la copa. Se volvió para pedir otra al camarero y vio al joven de la barra hablando con él. No tenía prisa, ya pediría la copa cuando terminaran, pero necesitaba ir al aseo. Se levantó, cogió el bolso y se encaminó al baño. Se retocó el maquillaje, aunque no fuera necesario. Cuando terminó, se quedó mirándose al espejo. Le encantaba mirarse a los ojos, como intentando ver qué se ocultaba tras esa mirada dura, tras ese rencor maquillado de femme fatale. Recogió el pintalabios, que había quedado abierto cerca del espejo y se encaminó hacia la mesa dónde se había sentado antes. Se sorprendió al ver que había alguien sentado en ella y, al acercarse, vió que era el joven de la barra. Una copa de vino la esperaba frente a su silla, y él sostenía una en su mano. Había pegado ya algún trago. Se sentó y le miró a los ojos, desafiante. Le pareció que pasaban así una eternidad. Él con su aire de ligereza y de evidencia y ella con esa mirada agresiva a la vez que parecía preguntar qué estaba pasando. Entonces él sonrió, levantó la copa e hizo el ademán de brindar.


Ella sólo pudo sonreír, ya que de golpe entendió la conversación que él había mantenido con el camarero. La copa que sostenía su desconocido acompañante en su mano tenía una mancha de pintalabios escarlata en la que él acababa de posar sus labios.


Brindaron.

3 comentarios:

  1. M'ha agradat molt, xata. Cling! brinde per tu!

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  2. Ohhh, que bonic. Amb la cançoneta de fons al meu cap semblava que estiguera veient l'escena d'una pel·li d'estes dels anys 20 ^^

    un bes!

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