jueves, 11 de febrero de 2010

Naufragio de la esperanza


La gran reina de hielo, café humeante y cigarrillo en mano, maldecía en un café de París.

- ¿A quién condenas hoy, querida?

- A los hombres.

- Entonces no es nada nuevo.

- Són los condenados de ayer, sí. Pero también son los de hoy. Y los de mañana... Para ellos será ese profundo y negro abismo del que nos hablan Dante y Bradbury , al que se acerca Böcklin con su Isla de los Muertos, dónde Caronte los espera, a todos. Para ellos será la pena y la muerte. Y nosotros, tu y yo, querido, brillaremos en este mar de hielo y plata. Refugio. Hasta que los témpanos se resquebrajen bajos nuestros pies y la sal, por fin, calle nuestras lenguas. Al olvido...



Imatges:
La isla de los Muertos, Arnold Böcklin
El mar de hielo (Naufragio de la Esperanza), Caspar David Freidrich

miércoles, 3 de febrero de 2010

De vivir sin ti dos vidas - Hora Zulú



Fueron tu ausencia y tu vacío que tienen mi aliento fundío, aunque entonces pensé que alguien había entrao y te había llevao, pero de sobra sabía lo que me había pasao, había perdío lo que más había querío guardar a mi lao.

Desde entonces ya si sé que es sentir miedo y tener frío, hace tiempo que no noto si el viento da de mi lao, desde entonces siento el sufrimiento de otro como mío. Me dejaste como a un crío en un columpio abandonao.

No me entraron del to aquel día gasnas de sentarme en mi casa a esperarte, algo me iba diciendo por dentro que no merecías tenerme. No gastaré ni un minuto más de mi tiempo en pararme y quedarme aquí solo a esperar.

Voy a echarme esta noche por la calle a correr, para ver si los perros lamen mis heridas. Voy a echarme esta noche como nunca a perder, ahora a ver a qué me aferro pa seguir mi vida.

No sé si fue la fría quietud de todas aquellas horas perdías, cada madrugada lloré por las penas pasadas. Nunca tan amarga resultó una despedida, nunca tan atrás volví a dejarme una mirada.

Y en cada rincón de mi alma dejé crecer a su amor los rastrojos, pensé en tomarme con calma el dolor de no ver nunca más ya tus ojos, y me dejaste aquí sin armas, medio ciego y medio cojo, más yo te quise esperar, más pero a mí me entró un antojo.

No me entraron del to aquel día gasnas de sentarme en mi casa a esperarte, algo me iba diciendo por dentro que no merecías tenerme. No gastaré ni un minuto más de mi tiempo en pararme y quedarme aquí solo a esperar.

Voy a echarme esta noche por la calle a correr, para ver si los perros lamen mis heridas. Voy a echarme esta noche como nunca a perder, ahora a ver a qué me aferro pa seguir mi vida.

Después de pasar tratando de vivir sin ti dos vidas, con la furia del cobarde y la consciencia del suicida, salí de casa llorando y con la partida perdida, me ví metido de lleno en esta noche sin salida.