viernes, 18 de septiembre de 2009

Calfreds...

http://www.youtube.com/watch?v=kLA6-DQbgVs

Passat es temps i es dolor, tot i que es dia a dia no vol regalar-me tots es meus capritxos, tot i partir lluny de casa, per tornar a una terra de ningú, que se m'ha fet familiar malgrat tot,
tot i no ser perfecte...

Puc dir gràcies.

Tornant en bus de Vila, cap a Sa Cala, estava escoltant música i llegint, i en sentir aquesta cançò...

He sentit com se'm posava tot es pèl de punta. Es meus mugrons s'han tornat durs de colp, estrenyent-se conta es sostenidor i he sentit un llamp de calor i de fret que m'ha recorregut s'esquena sencera, que s'arquejava as pas des torrent de sensacions irreconeixibles que em brollaven per ses venes. Feia temps que no sentia aquestes coses, massa temps. Per fi, ses coses senzilles i trivials tornen a ser delicioses. Per fi no necessit d'una ocasió especial o de qualsevol altra excusa per sentir-me immensament feliç, simplement.

He pensat en tu, Jesús, en donar-me compte d'això. T'ho dec. I sa cançò també!

A banda, hi ha una posta de sol que recordaré amb especial carinyo. Sa màgia que té sa mort des dia, vista des d'una platja de Formentera i amb tan bona companyia no té preu. Gràcies també.




** No puc penjar ni es vídeo ni sa cançò perqué han desactivat sa seua inserció tant en goear.com com a youtube.es... En fi...

sábado, 29 de agosto de 2009

Mimo

Quiero que seas un títere en mis manos. Que tu maldita vida cuelgue de los jirones de tu alma y obedezca a cada tirón de mis dientes. Que no seas más que un bufón, quien, viendo desteñido su tétrico traje, vea caer el telón de su fracaso. Que tu guión a mis oídos es ridículo. Empezaste por el final, anticipando la muerte del héroe, pero eres tu quien se hunde... Blasfemo patán. Cavaste mi tumba y ahora es tu nombre el que adorna la lápida.

lunes, 24 de agosto de 2009

El mar se elevaba hasta la línea del horizonte como
un muro compacto de jade y lapislázuli.

Aldous Huxley, La Isla.


Mi imaginación se negó a pintar su
angustia, y el cuadro quedó sin acabar.

Washington Irving, Cuentos de la Alhambra.



Sus ojos eran del color de la arena. jamás se había visto tamaño mar de tristeza en unos ojos tan bellos.

Solía acercarse a la orilla en las noches de luna llena y se recostaba sobre una immensa roca, sobre la que se abatían las olas con furia. Se dejaba salpicar el cuerpo, y su pelo colgaba lánguido hasta su cintura. Le gustaba sentir como el agua impregnaba en todo su cuerpo ese olor a algas y sal.

Y lloraba, lloraba el olvido. Lloraba lágrimas que se perdían en el azul infinito del mar. Vertía tristeza. Esa angustia que inundaba su corazón y se perdía dónde la línea del horizonte no se distingue entre mar y cielo.

Sus ojos parecían clavarse en mí para descorcharme el alma. Me conoce demasiado bien. Más de lo que yo misma imagino, por eso calla y mira, con esos ojos que lo dicen todo. De hecho, creo que nos entendemos mejor así que con palabras. Sólo sabemos contarnos estupideces. Pero cuando nos miramos... se revuelven los secretos de los dioses en nuestros ojos.

Y nos sorprendemos verdades el uno al otro.

Tanta verdad me abruma. Perdí la costumbre de creer lo que me dicen... Pero él no dice nada. calla y me mira, me observa, atraviesa mi ropa y mi carne y me sabe, me conoce, se anticipa a mis gestos, a mis emociones. Y me hace sentir tan traslúcida, tan desnuda a su lado, que sólo puedo combatir mi inseguridad imaginándole de la misma forma... pero entonces tiembla el suelo bajo mis pies.


"Y cuando me toma y me usa le cuento que me traiga al infierno, mi dulce condena..."

sábado, 22 de agosto de 2009

Ari

Ari era de esas personas que encuentran su hogar en cualquier sitio. Podía dormir o estudiar en un bar, podía comer en clase y podía follar en la lavandería del hotel. Con sus pies solía gustarle de sembrar margaritas en la arena.
Era reluciente y luminosa como un gigantesco limón, pero con una amargura distinta. Había que comerla bien madura, como una cereza. Crujía dulcemente. Crujía escandalosamente...
Ari desprendía el mismo calor que una cafetera, esas cafeteras que algunos bares no apagan ni por las noches, esas cafeteras que siempre arden. Pero ella no te preparaba un café por la mañana. Si quieres café, la cafetera tiene agua y el café molido está en el estante de la derecha. No le preocupaba ser útil. Prefería su cama.
No era de aquellas mujeres que aspiran a supermodelo, era atractiva a morir, pero no deseaba la paz en el mundo. Ari sólo quería caramelos de fresa, de esos que por dentro llevan una gelatina ácida, que le provocaba unos escalofríos tremendamente divertidos en la espalda, para no olvidar que, incluso el chocolate más dulce, le podía resultar amargo.

viernes, 14 de agosto de 2009

El Príncipe de la Dulce Pena

Pt. I

La tristeza es mi sangre,
y a su vera, mi vena,
dónde mora de pena,
donde muere de hambre.

Hambre y melancolía
de que la Luna esté llena
de amoríos y alegrías.
Soy el Príncipe de la Dulce Pena.

Un beso es dónde tú terminas,
y un abrazo tuyo, mi abrigo.
Tu boca, dónde allí germina
mi delirio y mi muerte... si es contigo.


Pt. II

De la luz soy el desterrado,
tortuoso monólogo con la muerte,
llanto fúnebre del alunado.
Lloro lascivia, lloro mi suerte.

Lascivia demente de sacrílegos besos,
dulce amargura del paria caído.
Tu sangre es perfume, que una vez olido,
hace que ebrios recorran tu cuerpo
mis labios, de tu palidez presos,
de tu juventud heridos.

Mi cuerpo en mi ataúd te espera,
hecho de tristeza, sexo y madera,
tintado con la sangre de un río,
de tu lado oscuro, de tu rincón sombrío.

Todavía tiene mi tumba impregnado
el olor de tus últimos besos.
Todavía llora mi almohada tu ausencia,
porque te tiene tan lejos...

que invoco tu nombre y aúllo a la Luna:
<< Soy la inmundicia, el que sólo te llena.
Soy el que soy, tu Príncipe, el de la Dulce Pena. >>

Escucha mi jadeo que en tu cuello se aloja.
¿Luz o tinieblas? Que tu alma escoja...


Pt. III

El diablo tararea
canciones susurradas al oído.
Blasfema caricia aunque vea
mi muerte con cada latido.

Canta poemas de lúgubres versos,
acerca su boca y la pega a la mía.
Su aliento está muerto, suis labios son tersos,
me jura trsiteza y melancolía.

Corrompe mi cuerpo con un solo beso,
su cuerpo es de hembra, de hombre su sexo.

El diablo me canta a menudo un lamento
de noches eternas cuando hay luna llena.
Y cuando me toma y me usa, le cuento
que me traiga al infierno, mi dulce condena.

Soñor de la inmundicia,
Príncipe de la Dyulce Pena,
mi sangre me acaricia.
Hoy soy tuyo, hay luna llena.


Txus di Fellatio - El cementerio de los versos perdidos.


Pt. I


Pt. II


Pt. III

jueves, 13 de agosto de 2009

Soñar contigo






Esa noche se había arreglado mucho. Más de lo que acostumbraba. Se había puesto el vestido morado que tanto le había gustado a su ex - y a cualquier otro hombre, con ese escote! - y los tacones negros. Había decidido que necesitaba tomar el aire y una copa de vino. Se sentía extrañamente atractiva.

Llegó a un pequeño restaurante, la terraza del cual casi alcanzaba la arena de la playa. En los altavoces sonaba una y otra vez Soñar contigo, de Zenet. Pidió una copa de vino. Se alegró al ver que se la servían en una copa alta, de esas que vibran y gimen cuando se les acaricia la boca con el dedo húmedo... Pasó largo tiempo observándola. El cristal era increiblemente transparente y dejaba ver el reflejo de la luna en el mar incluso a través del vino. Y el vino... era odiosamente rojo, odiosamente perfecto y casi se igualaba en intensidad al color de su pintalabios. Decidió probarlo. Le encantaba ver como el pintalabios marcaba su boca en el filo de la copa. Y al levantar la vista se percató de que había, en la barra, un joven, a su parecer, demasiado perfecto para estar allí solo. ¿A quién estará esperando, maldita sea?

Tras tres o cuatro tragos se sentía vencida, no tanto por el alcohol como por el recuerdo de los acontecimientos más recientes. Se sentía despojada de todo por cuanto había dado, desde hacía más de tres años, la mejor ración de su pan, de su tiempo y de su cuerpo. Para nada. Para obtener, únicamente, aquella immensa soledad que se prendía del bajo de su vestido y que pretendía morderle los tacones. Apretaba los dientes. Quién me mandaría a mí, bajar de mis tacones y besarle los pies a ese malnacido!

Absorta en estos pensamientos no se dió cuenta de que le habían retirado la copa. Se volvió para pedir otra al camarero y vio al joven de la barra hablando con él. No tenía prisa, ya pediría la copa cuando terminaran, pero necesitaba ir al aseo. Se levantó, cogió el bolso y se encaminó al baño. Se retocó el maquillaje, aunque no fuera necesario. Cuando terminó, se quedó mirándose al espejo. Le encantaba mirarse a los ojos, como intentando ver qué se ocultaba tras esa mirada dura, tras ese rencor maquillado de femme fatale. Recogió el pintalabios, que había quedado abierto cerca del espejo y se encaminó hacia la mesa dónde se había sentado antes. Se sorprendió al ver que había alguien sentado en ella y, al acercarse, vió que era el joven de la barra. Una copa de vino la esperaba frente a su silla, y él sostenía una en su mano. Había pegado ya algún trago. Se sentó y le miró a los ojos, desafiante. Le pareció que pasaban así una eternidad. Él con su aire de ligereza y de evidencia y ella con esa mirada agresiva a la vez que parecía preguntar qué estaba pasando. Entonces él sonrió, levantó la copa e hizo el ademán de brindar.


Ella sólo pudo sonreír, ya que de golpe entendió la conversación que él había mantenido con el camarero. La copa que sostenía su desconocido acompañante en su mano tenía una mancha de pintalabios escarlata en la que él acababa de posar sus labios.


Brindaron.

lunes, 10 de agosto de 2009

Que se joda el viento - Marea (28.000 puñaladas)

Si algún dia, algú em digués això, fós de sa mateixa manera o d'una altra... Aix!



Ponte el moño apretao, sirena,
que se joda el viento,
rompe las horquillas de espuma
y déjame que te remache sonrisas de hierro
de esas que disipan las brumas.

Que sé que entre los males nos lloverán cristales,
yo iré descalzo y tú desnuda
al son del amor, del ronco tambor que toque la Luna.

Vamos a trepar a la copa de éste sol de enero,
y a hacer un nido en su ramaje,
y allí reírnos viendo como a cada minutero
se lo devora el oleaje.

Y cuando entre mis brazos resuenen cañonazos
yo iré perdido entre tus dunas
dejándolo todo, quemando los tronos
dónde reinen dudas.

Y báñate en mis ojos, que se joda el mar
que quiera mecerte a su antojo,
si no somos nadie a nadie va a encontrar.
Y si a las heridas quiere echarles sal
sólo va a encontrarse cerrojos
y las cicatrices de la soledad.

Coge resina para untarnos poco a poco el cuerpo,
por si vuelve la ventolera,
y mientras tanto, entre los huecos que nos deje el tiempo
deja volar tu cabellera,
que si a nuestra locura vuelven nubes oscuras
nos cogerán frente con frente y codo con codo,
cada vez más solos, rodeados de gente.

Y báñate en mis ojos, que se joda el mar
que quiera mecerte a su antojo,
si no somos nadie a nadie va a encontrar,
Y si a las heridas quiere echarles sal
sólo va a encontrarse cerrojos
y las cicatrices de la soledad.